En un giro absolutamente inesperado, la WNBA se encuentra completamente paralizada tras el escándalo que ha sacudido a la Indiana Fever. Lo que comenzó como simples comentarios malintencionados en redes sociales, ha escalado hasta convertirse en uno de los episodios más vergonzosos y tensos que se recuerdan en la historia reciente de la liga. Todo gira en torno a Lexie Hull, quien fue víctima de un acto de acoso brutal, con insultos personales, ataques a su vida privada e incluso cuestionamientos públicos sobre su profesionalismo. Lo que parecía una simple ola de odio digital, cruzó todos los límites.

Las imágenes comenzaron a circular la noche anterior, donde se observa a un grupo de personas profiriendo gritos humillantes y frases cargadas de desprecio hacia Hull mientras abandonaba el pabellón tras un partido difícil. No solo fue atacada por desconocidos, sino que incluso algunos perfiles ligados a medios deportivos se sumaron a la campaña de desprestigio, cuestionando su rendimiento y su lugar dentro del equipo. Las redes ardieron y, en pocas horas, el tema se convirtió en tendencia nacional.

Sin embargo, lo que nadie esperaba era la reacción inmediata y contundente de Caitlin Clark y Sophie Cunningham, dos de las voces más potentes y respetadas dentro y fuera de la cancha. En una rueda de prensa que literalmente dejó a todos boquiabiertos, ambas jugadoras rompieron el silencio y lanzaron un mensaje que retumbó en todo el ecosistema del baloncesto femenino. Clark, visiblemente indignada, fue tajante: “Esto no es solo un ataque a Lexie. Esto es un ataque a todas nosotras. No vamos a permitir que el odio ni el acoso tengan cabida en esta liga ni en ningún espacio.”

Por su parte, Cunningham no se quedó atrás y fue aún más directa, señalando que algunas de las críticas no solo eran misóginas, sino que también reflejaban una profunda falta de respeto hacia las mujeres en el deporte. “Estamos cansadas. Cansadas de que cada error, cada caída, cada mal partido se convierta en un motivo para destruirnos. Nadie merece lo que Lexie ha tenido que soportar esta semana”, afirmó entre aplausos de sus compañeras.
Las declaraciones encendieron aún más las redes. Miles de fanáticos se volcaron a apoyar a Hull, generando una ola de solidaridad sin precedentes en la WNBA. Las muestras de cariño y respaldo llegaron desde otros equipos, exjugadoras, entrenadores, celebridades y hasta políticos, quienes exigieron una reflexión profunda sobre los límites del discurso de odio en el deporte profesional.
Pero la historia no quedó allí. Según fuentes cercanas al equipo, la Indiana Fever ya estaría trabajando en colaboración con los abogados de la liga para iniciar acciones legales contra algunos de los acosadores identificados, tanto en el entorno físico como en el digital. Se habla incluso de suspensiones de cuentas, demandas civiles y prohibiciones de acceso a partidos.
Mientras tanto, Lexie Hull se mantiene en silencio públicamente, pero sus compañeras han dejado claro que no está sola. La imagen del entrenamiento del día siguiente, donde Clark, Cunningham y otras jugadoras abrazaron a Hull en el centro de la cancha, se volvió viral y fue descrita como “la foto que la WNBA necesitaba para recordar lo que realmente significa la palabra equipo”.
Lo que ha sucedido en las últimas horas no solo ha sacudido a la Indiana Fever, sino que también ha abierto un debate incómodo pero necesario sobre el acoso en el deporte femenino. Nadie sabe aún cómo terminará este capítulo, pero lo que sí está claro es que, después de esto, la WNBA no volverá a ser la misma.